Juan y Pepe, usuarios de la Asociación de Familiares y personas con Enfermedad Mental, relatan su experiencia de integración en la sociedad. «Hay que luchar diariamente contra el estigma”, sostienen

Franciso Romero – la Voz del Sur

Fotografías: Esteban

A Juan le diagnosticaron esquizofrenia hace más de 20 años. Entonces, en plena adolescencia, cuando aun estaba en el instituto, sufrió una crisis y pasó por varias depresiones, que superó con mucho esfuerzo, y con mucha ayuda, sobre todo de sus padres. “Era un niño muy noble, voluntarioso, buen estudiante, pero tuve un brote en el instituto y entré en depresión”, recuerda. Juan no se llama así en realidad, pero no quiere revelar su verdadero nombre por el qué dirán, por el estigma que aún supone, hoy en día, confesar que se padece una enfermedad mental. El triste episodio del “Vete al médico” vivido en el Congreso refleja cuánto queda aún por recorrer.

“Hay que luchar diariamente contra el estigma”, añade Juan. “No es que estemos locos, estamos locos de felicidad”. Él, desde ese lejano diagnóstico, ha evolucionado considerablemente. En su momento hasta intentó quitarse la vida —“tuve un desliz”, como lo define él, agachando la cabeza y bajando la voz—. “Hay que reformar la autoestima, ser positivo y tirar para adelante”. Esa es su receta. Y en esas anda desde que conoció, en 2013, a la Asociación de Familiares y personas con Enfermedad Mental (Afemen), que tiene su sede central en Jerez, aunque abarca 13 localidades de la provincia.

“Nos dicen que estamos locos, que no desarrollamos nuestra vida, que hacemos daño… Todo lo contrario”, asegura Juan, que antes de ingresar en la asociación “estaba perdido, en mi casa sin hacer nada”. Ahora ayuda en las tareas administrativas y se apunta a todos los talleres que puede. “La sociedad no asimila a las personas con problemas de salud mental. Tienen una opinión nefasta de nosotros”, se queja.

Su compañero Pepe, que también oculta su nombre real, opina lo mismo. “Donde vivo mucha gente me llama loco, he escuchado comentarios de los vecinos, pero ya estoy acostumbrado”. “Te señalan por la calle, te miran… Esta es otra enfermedad más”, se queja, aunque también añade que hay mucha gente lo trata bien. En su caso, Pepe apuesta por el taller de carpintería de Afemen, donde lija, pinta, restaura… hace de todo. Antes, también colaboraba en tareas administrativas, y hacía mucho deporte, pero tuvo un accidente y sigue recuperándose.

“Somos personas que estamos integradas, que tenemos corazón, mente… ahora no pasa como hace 30 años, cuando te metían en un manicomio y te amarraban”, dice Juan, uno de los organizadores de las quedadas que realizan los usuarios de Afemen, de vez en cuando. “Tener una ocupación y tratar con los compañeros, teniendo el día organizado, ha supuesto una gran ayuda. Esto es un hogar, es como una familia”, dice.

El hijo de Manuel Martínez también padece esquizofrenia. “Él no se esconde, lo lleva con naturalidad”, asegura. “La sociedad no está preparada para tratar con estas personas, es un tema tabú”, señala Martínez, que preside Afemen desde que se jubiló, en 2015. “Venía a hacer chapucitos y me echaron el ojo”, comenta entre risas. De hecho, es el encargado de gestionar el huerto que tiene la asociación en sus instalaciones. “Siempre hemos estado colaborando, hay muchas necesidades”.

La pandemia provoca —y provocará— daños en la salud mental de cada vez más personas. Un tercio de los adultos ha experimentado niveles de angustia, una cifra que es superior entre los jóvenes, uno de cada dos. Un 6,4% de los españoles acudió a un profesional de la salud mental por algún tipo de síntoma durante el primer año de pandemia, la mayoría por ansiedad (43,7%) y por depresión (35,5%), sobre todo mujeres, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Las personas que más decaídas o deprimidas se sienten son las pertenecientes a las clases más modestas. Un 32,7% confiesa haberse sentido así, frente a 17,1% entre las clases altas. El consumo de psicofármacos también es mucho mayor, de un 9,8% frente a un 3,6%, respectivamente. La situación es aún más difícil entre las personas con trastornos mentales graves, previos a la pandemia. Un 6,3% necesitó ingresar en unidades de agudos y el 21,4% tuvo que aumentar la medicación. La OMS advierte de que el 93% de los países ha visto cómo la pandemia paralizaba o afectaba a sus servicios de salud mental, ya de por sí lastrados.

“El confinamiento ha dejado al descubierto muchas necesidades”, asegura Blas García, director de Afemen. “Hay muchas personas que han sufrido desgaste, tristeza, apatía, fatiga pandémica, ira, depresión, ansiedad… Todo ello deja en evidencia las necesidades de recursos que existen”. Para García, la salud mental “ha estado históricamente en el vagón de cola de los servicios sanitarios”, y aunque se ha avanzado mucho en las últimas décadas, la Administración no cubre todas las necesidades de estas personas.

Cuando una persona padece un problema grave de salud mental es atendido por los servicios públicos, que le pueden imponer un tratamiento. “Pero esa solo es la primera parte. Si no trabaja, no tiene amistades, ni actividad ocupacional y no se comunica… vuelve a aparecer una crisis aguda”, comenta Blas García. Afemen se encarga de todo eso. La asociación organiza viajes, imparte talleres de hábitos de vida saludables, informática, habilidades sociales, estimulación cognitiva, expresión artística, actividades deportivas, visitas culturales… “Todo ello es tan importante o más que el tratamiento puramente sanitario”, incide García.

La provincia de Cádiz tiene más de 20.000 personas con problemas graves de salud mental, según los últimos estudios de prevalencia. Afemen atiende a unas 1.000 al año, entre usuarios y familiares, en Jerez, El Puerto, Cádiz, San Fernando, Chiclana, Algeciras, Rota, Sanlúcar, Puerto Real, Conil, Ubrique, Olvera y Villamartín. “Es verdad que se ha avanzado mucho en los últimos 30 años, pero no es suficiente”, dice el director de la asociación. Y pone un ejemplo: “El número de psicólogos en España es de 5 por 100.000 habitantes y la media en Europa es 18”. Una figura “muy importante” para tratar estas enfermedades.

“La base sobre la que se estructura la atención es el servicio sanitario. Las unidades de salud mental comunitarias están formadas por equipos multidisciplinares —con trabajadores sociales, enfermeras, psicólogos, psiquiatras y auxiliares de clínica—; luego existen comunidades terapéuticas para una atención intensiva las 24 horas; los hospitales de día, para quien no puede llevar una vida normalizada; las unidades de rehabilitación; y las unidades de hospitalización para los casos de crisis agudas”, explica el director de Afemen.

“Hay que trabajar en aquellas actividades y talleres que tienen como objetivo la recuperación y la inclusión social de este tipo de personas”, incide García, representante de una asociación que, como otras muchas, trabaja “con mas ilusión, ganas y compromiso que dinero y recursos”. “El apoyo a las familias es fundamental. Ellos no entienden qué pasa cuando aparece la enfermedad, que afecta al comportamiento, al pensamiento, a la convivencia familiar… No se sabe cómo actuar, dónde acudir. Por eso tenemos grupos de autoayuda y la escuela de familias, una herramienta fundamental dentro del proceso”.

“Cuando uno viene aquí por la mañana lo que recibe es mucho cariño y fuerzas para seguir luchando”, asegura Manuel Martínez, presidente de Afemen, que invita a la ciudadanía a “implicarse” cuando conozcan a una persona con problemas de salud mental. “Que lo vean con naturalidad, no hay que señalarlos”. “Mi hijo es una persona sensible, tan buena y sociable como cualquiera”, dice. “La salud mental es uno de los problemas más grandes que tiene la sociedad, necesitamos ayuda y la sociedad nos necesita”, señala Martínez.

Afemen llega donde no alcanza la Administración. Pepe y Juan dan fe de ello. El primero relata que saca «provecho» a su tiempo en el taller de carpintería, que lo mantiene activo y entretenido. El segundo se siente «empoderado» gracias a las prácticas que está realizando en la asociación. Juan siente que ha habido «un avance muy grande» en los últimos años, en cuanto a concienciación social, a la atención de los medios y los recursos disponibles. Pero es evidente que aún queda mucho camino por recorrer.

 

Publicado en La Voz del Sur